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La Catorce...

lunes, 11 de agosto de 2008

 

Los que hacemos la noche proyecto agradecemos de manera especial el trabajo de rediseño a nuestro site por Gabriel Ramírez "Balam", muchas gracias por la nueva noche, bienvenido seas a ella.


Las brujas del espejo*

Héctor Cortés Mandujano

Nunca más creeré en esos demonios impostores
que nos confunden con sus equívocos,
y susurran sus promesas al oído,
pero no cumplen con nuestras esperanzas.
Macbeth, de William Shakespeare.

Me llamo Beth. No sé por qué mis padres decidieron para mí este nombre, que parece femenino. No pude preguntarles, los perdí cuando aún era niño. Me criaron familiares, empleados de orfanato, la calle. Viví una niñez de pobrezas y una dura adolescencia, que no lograron eclipsar mi ambición de llegar a saborear riquezas, éxito en todos los órdenes de la vida.
Muy joven comencé con los oficios de mesero y atendí, al principio, cantinas, bares, restaurantuchos. Cuando supe lo básico ingresé a restaurantes de mayor calidad y, después, a fiestas exclusivas. En una de ellas, en una celebración de quince años, entré en un salón donde cinco jóvenes brujas me miraban como desde un espejo mágico. En la mesa tenían una bola de cristal.
Pregunté si querían algo y ellas rieron. La del centro me dijo:
—Tú eres quien quieres algo. Tu corazón está lleno de dudas. Plantéalas y te responderemos, te aclararemos el futuro.
Aunque me pareció extraño hice dos preguntas. La interpretación errónea que di a la primera respuesta me trajo una desgracia. “Cuídate de la cruz”, me dijeron y yo abandoné la visita a templos, los rezos antes de dormir, los ritos religiosos que me habían inculcado. Un día crucé la calle sin cuidado y me atropelló una ambulancia (una cruz, qué estúpido fui). Permanecí en una silla de ruedas durante meses, solo, rumiando mi desgracia, la miseria de mi destino.
La segunda respuesta era también críptica. “Tu felicidad la encontrarás en el espejo”. Le di vueltas a la frase, a sabiendas que un nuevo error podría llevarme a algo peor que una silla de ruedas. Se volvió una constante pensar en aquello.
Un día pude caminar de nuevo. Para exorcizar el pasado decidí tomarle una foto a la silla solitaria. “Nunca más me tendrás sobre ti”, le prometí en silencio. Con la cámara al hombro fui a una tienda para revelar la fotografía. La dependienta buscaba, de espaldas al mostrador, algo en un cajón. Cuando levantó el rostro yo la vi en el espejo que la reflejaba. Me sonrió.

Supe que las brujas me habían regalado un buen augurio, después de casarme con Berenice. No era una empleada, sino la hija del dueño. Ahora bebo güisqui y visto a la moda, ayudo en la tienda y tengo un par de lindas hijas. La vida me sonríe. Ayer, de noche, oí piedritas en la ventana. Me asomé. Eran las cinco brujas. Bajé para hablar con ellas.
Me insistieron para que les hiciera otra pregunta o les pidiera un deseo. Pedí nunca volver a verlas.

*Texto inspirado en dos fotografías de Alexis Sánchez: La novena noche, del 7 de julio, y La décima noche, del 14 de julio de 2008.


Foto: Raúl Ortega (Chiapas)

Foto: Félix Cúneo (Veracruz)


Foto: Alexis Sánchez ( Chiapas )

Foto: Isaac Aguilar (Veracruz)


Duermes y de este otro lado… el mundo
Genaro Aguirre Aguilar
A mi hija Ximena, en sus tres años

Desde este otro lado del mundo, eras una crisálida así acurrucada al amparo de esa endémica luz que la diminuta lámpara irrigaba sobre tu pequeño cuerpo. En ese otro lado por donde transitas, la inocencia es un estado esencial de tu pequeña humanidad. Al verte así cual capullo y serena, nuestro anhelo es esperar que los territorios por donde andas sean de eterna felicidad. No importa si sonríes, lloras, te enojas, te estas quieta, mientras sea el ropaje propio de tus sueños, pues allá donde habitas en este instante, los lugares suelen estar poblados de entidades juguetonas. Justo ahora que te vemos, quién sabe de la mano de qué noble o travieso ser caminas. Contemplativos, sólo atinamos a dejarte soñar, a ver en ti la emoción, la felicidad que decanta por la núbil comisura de tu sonrisa, testigos de un genuino diálogo entre tú y aquellos divinos seres para las que no tenemos nombre.
De este lado, agazapado en el presente, se revela un porvenir lleno de contradicciones, de temores, de inquietudes; las propias de quienes viven en un mundo donde pareciera otro no es posible. Pero allá, por donde caminas y junto a quienes das rienda suelta a tus travesuras, no hay pena, ni dolor, ni desaliento, sólo horizontes de gozo o de quietud, de esos para los cuales desde aquí y en nuestro ahora, únicamente se revelan inciertos. Es tu frágil cuerpo así contraído, el que espera desplegar sus alas para emprender el vuelo, mientras en vigía tus padres se convencen del suspiro y se ven uno a otro sin atinar a nada que no sea sonreír. Aquí, nosotros, allá tu, trepada en las nubes, dejando una estela, viajando con el viento, saltando nenúfares hasta alcanzar la orilla y descansar tras los muchos mundos que haz caminado. Acá, el sueño que vence para dar paso a la inquietud que nos asalta al caer nuestros párpados. Allí, un hermoso amor hecho de alientos, de anhelos, de esperanzas aun cuando sepamos lo difícil que es seguir creyendo. Duermes, mientras de este lado del mundo, el tiempo nos cobija con las incertidumbres propias de nuestras pequeñeces.

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