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La Noche 21...

lunes, 29 de septiembre de 2008

 




Instrucciones para abolir distancias

Héctor Cortés Mandujano

Óyeme con los ojos, ya que están distantes los oídos (…)
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.
Sor Juana Inés de la Cruz

1. Debes escribir desde una casa llena de cuadros, fotografías y libros; una casa blanca rodeada de árboles y flores. El lugar puede llamarse Berriozábal, Chiapas.

2. Las fotos que ves en el blog La Noche deben inspirarte historias sobre niños, animales míticos, fantasmas marinos, prostitutas, fauna literaria diversa. No debes ponerte límites.

3. Procura que tus textos sean breves, concisos. No sabes de cuánto tiempo dispone quien entre al espacio cibernético. No abuses.

4. Alguien debe emocionarse al leer tus ficciones, como tú te emocionas al escribirlas, y felicitarte desde algún lugar del mapita, que viene incluido en la página principal del blog. Tú debes sentirte contento con eso: haz hecho un nuevo amigo, una nueva amiga.

5. Si eso ocurre, ¿te das cuenta?, lo que tú escribes desde tu casa (mientras las flores rojas te ven desde el cristal de la ventana, mientras oyes a los pájaros que cantan su alegría porque ha llovido, mientras tus amadas perras ladran a quien pase cerca, mientras tu mujer y tu hija conversan en la sala) ya no será tuyo, sino de quien lee. Las distancias quedarán abolidas y tu lector reescribirá tu texto, se convertirá en ti por un instante, serán los suyos y los tuyos los mismos ojos que caminan de una palabra a otra. Ellos, los que leen, los que oyen con los ojos, estarán en tu casa y tú, en ese momento, los visitarás en donde estén…


Foto: Raúl Ortega (Chiapas)

Foto: Félix Cúneo (Veracruz)

Foto: Alexis Sánchez (Chiapas)

Foto: Isaac Aguilar (Veracruz)



Un medallón en la noche

Genaro Aguirre Aguilar


No sé si esta era el atardecer que había visto Clinto, pero sin duda el cobrizo brillo que irrigaba la luna sobre el sembradío de olivo, era de ensueño. Morfeo se había apoderado de mis ganas de seguir leyendo un libro que traía pendiente. No obstante, al liberarme fui testigo de algo que no olvidaré jamás.
Apenas abierto los ojos, por la enorme ventana del autobús que me trasladaba de regreso de Córdoba, en España, divisé un medallón prendido de lo que debiera ser una noche clara cuando mi reloj marcaba las 8:30 pm. Ya tenía noticias de lo tarde que anochece por esta época en Granada, pero ser testigo de ello es algo que muchos tendrían que vivir. Quisé sacar mi cámara pero ya no hubo tiempo. Un curva del camino sacó de mi ángulo de visión esa majestuosa luna que se ubicaba por encima de un horizonte que parecía rendido al valle sembrado de olivos.
Esperé y esperé, pero cuando volvió a descubrirse, estaba al otro lado. Quisé despertar a mi esposa para que ella registrara aquella magia de la naturaleza, pero arrebatada por el sueño, descansaba sobre uno de sus costados. Lo último que vi, fue un cuadro enmarcado por esas enormes ventanas de los autobuses españoles.
Allí se quedó para el recuerdo. Un luna como medallón cobrizo, que pendía de algún lugar de esa noche, generando un brillo que bañaba los olivos con rumbo a Granada.

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