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La Noche 3.3...

lunes, 22 de junio de 2009

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Daniela Rea Gómez (DF)

Efectos de la nota roja en mi cerebro.



1.- Soñé que piloteaba un submarino azul, pero perdí las coordenadas y salí del océano para aterrizar junto a una gasolinera. Desde la ventada de un edificio cercano, alcancé a ver la explosión.



2.- Soñé que acuchillaba a un hombre, a quien no quise mirarle el rostro. Le clavé el cuchillo unas seis veces por la espalda hasta que su playera morada quedó roja de sangre. Pero él no murió y me persiguió por Avenida Universidad, me alcanzó y me clavó el cuchillo por la espalda tantas veces como yo lo había hecho. Antes de que me diera el sexto, morimos los dos.



3.- Soñé –una noche que puse debajo de mi almohada un floripondio para el buen dormir- que estaba en medio de un combate entre policías y narcotraficantes, cuyas balas eran pelotas y el campo de batalla el mar.



4.- Soñé que el mundo era un pez globo que me mordía el dedo gordo del pie.



5.- Soñé que estaba en la parada del microbús que va a la UNAM, cuando un hombre se acercó en su camioneta y me disparó con su 9 mm en el abdomen. No sentí el disparo, no salía sangre y cuando en un puesto de quesadillas me sacaron la bala, era un pedazo de nuez.



6.- Soñé que a Ana, mi amiga costurera, le picaba un botón.



Foto: Cintia Durán ( Jalisco )


Deisy Medel ( Veracruz )

El amor, el amor… le baila a su sombra, le platica, le quiere, pero no le ve.

Sólo la música y Dios, y las plantas y ese cuarto amarillo, sólo ellos saben cuánto lo desea, con cada poro, con las uñas, con sus pestañas, con cada uno de sus cabellos oscuros y rizados.

Se mueve sensualmente, instintivamente, cuando es más mujer que nunca, más bella. Y sólo cosas inmóviles son testigos fieles, atentos: ¿Qué hombre se está perdiendo de ella? ¿Quién espera a que le baile? Quizá no la conoce, pero seguro la imagina.

La imagina y ella lo besa, ríe y sigue bailando, bailando de un lado a otro, por todo ese cuarto amarillo, a media luz, con la lluvia sonando afuera, con el viento entrando por cada rincón, ese viento meneando su cabello cuando su cabeza gira y va de arriba a abajo. Baila, baila… siente cada nota, cada golpe, cada cuerda de guitarra, con los ojos cerrados la voz de Jim Morrison le atraviesa todo el cuerpo: I light another cigarette , learn to forget… learn to forget… va lenta, flexión, rodillas al vuelo, sin mover los pies pero sí el resto de cuerpo, la música sube poco a poco por cada línea de las arterias hasta llegar a levantar sus brazos y sentirse realmente libre, presa quizá del sonido…

¿Quién con quien ella quiera bailar se lo está perdiendo? ¿Quién a quien ella le quiera bailar?


Foto: Félix Cúneo ( Veracruz )


Ligia Donají Ramos Soto ( Veracruz )

Jinetera

Bajo del taxi. La noche, maquillada como buena jinetera. Inica el recorrido: mi carne comanda. Sitio tras sitio, una mujer distinta se me adhiere, me pasa la mano por la entrepierna, ronrronea. Empujo a la última que ha logrado sacarme media hora de tragos y pretende luego sentarse sobre mis piernas. En mi pecho nada hierve, en mi vientre nada cambia. Subo a un taxi: la noche me ha fallado… Permanezco a la escucha.


Foto: Martín Cuende ( Veracruz )





La Noche 3.2...

lunes, 8 de junio de 2009

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Ligia Donají Ramos Soto ( Veracruz )

Deslava el día la llovizna que afuera percute; hace hoyuelos en la tierra como aquellos dos que hacían que la delgada carne se hundiera simétricamente a cada lado de la boca silente. Boca silente que ratificaba la cara de mujer severa que iba, venía, volvía, se retiraba, trayendo en las manos permanentemente un cazo de leche. En cada una de las vueltas regresaba antes que ella el sonido del perol decantando su tibio contenido desde el fondo de la habitación, acompañado siempre del rumor de agua rebotando en la tierra. En medio de la tina improvisada, el pequeño monolito que era yo aspiraba a todo pulmón el olor a tierra mojada, escuchando la lluvia, esperando el siguiente viaje lechoso. No demoraba la luna en llegar, orificio ancho que como reflector en medio de tanta negrura la iluminaba al reclinarse sobre mí, enjuagándome incansable y sonriente, mientras mis dedos índices se acercaban extrañados a su rostro siempre adusto para guarecerse en sus hoyitos. Afuera la lluvia vigilaba que la noche no fuera más que luna llena y leche mientras ella me repetía “mi muñequita de sololoi”, peinándome con sus dedos largos los también largos cabellos. Generosas coincidencias hacían que mi padre llegara tarde muchos de esos días, él solía decir que los cuidados eran nocivos y me hacían mimada. En el zaguán una cinta atada a una campana nos alertaba y cuando la llegada de mi papá ocurría antes de finalizar mi baño, yo sabía que debía correr a mi cama y hacerme la dormida. Ella se deshacía de la leche y acomodaba los recipientes, ágil y silenciosa.
Afuera llueve y anochece y toca luna llena hoy. Aspiro fuerte el olor a yerbas y tierra mojada y exhala mi piel un suave aroma a leche.


Foto: Cintia Durán ( Jalisco )


Deisy Medel ( Veracruz )
Besos de Gato

Fabio lee en voz alta mientras escribe, mientras el viento murmulla y una lágrima que no moja le sacude el rostro. Apenas llueve, huele la humedad de la tierra, deja el libro y se asoma al balcón, la noche está desierta, un par de gatos se enamoran, gatos que se miran, que se desean, tallan sus cuerpos uno con el otro, se besan: besos de gato, de gato nocturno, de gato blanco y gata gris, gatos en celo que se aman en esta noche porque quizá mañana no se vuelvan a ver.

Parece estar quedándose dormido, entonces escucha otros ruidos ¡disparos, despierta!, voltea y al girar tira el viejo florero con una yoloxóchitl que se quiebra, pero no muere.

Amanece con esa tranquilidad que deja la lluvia, el mundo duerme, se respira el mar, el viento, el espíritu de los árboles, el color de sus hojas, el fulgor del cielo, la humedad del suelo, el vuelo del ave, el paso del tiempo. Todo está lleno de aroma y entre las plantas la observa, recostada, dormida, viva. Despierta, no piensa más:

-Te estoy soñando...


Foto: Félix Cúneo ( Veracruz )


Daniela Rea Gómez ( DF )

El fin de la guerra

Una montaña pequeña. Un camino que la surca.
A cada lado un pueblo. En medio una guerra.
Un hombre, una mujer. Dos amores abstraídos.
Una casa frente a otra. Ellos son la frontera.
Su silencio terminó la guerra.
Arcadia, se llama el lugar.


Foto: Martín Cuende ( Veracruz )