Jorge Yáñez ( Veracruz )
Recuerdo que de la oscuridad aparecía la cuerda. Un hombre avanzaba poco a poco sobre el vacío agarrado de manos y piernas. No sabía qué tan hondo era el foso sobre el que cruzaba, solo que todo lo observaba yo desde la ventana de esta construcción antigua. Las paredes eran de piedra, y todo estaba oscuro a mi rededor. De hecho, desde el pasillo por el que caminaba vi la ventana dentro de este cuarto apenas iluminada por la luz de la luna menguante y dudé si había algo o eran fosfenos. Cuando me asomé para ver dónde me encontraba fue que vi al hombre en la cuerda. Vi hacia abajo, asomándome por la ventana, intentando ver la profundidad. No se ve dónde termina el foso (supongo que es un foso) la vista se me perdía unos tres metros más abajo. Pero parece que abajo la pared del edificio se vuelve rocas, deja de ser un muro, como si creciera de una escollera o de la pared de una montaña. Pero es el patio interior de un castillo, de una construcción. Se que si gritara escucharía eco, pero hasta que no desaparezca el tipo de la cuerda no quiero gritar.
No recuerdo cómo llegué a esta ventana. Venía caminando por unos pasillos muy oscuros, descalzo como ando. Las lajas del piso están frías, y después de tanto rato perdido ya siento que el frío me llega hasta debajo de la rodilla, y a cada paso siento que la rodilla roza por dentro consigo misma. Pero no sé cuánto tiempo llevo aquí. Creo que anoche estaba en una fiesta, había gente en ropa de gala. Fue cuando llegamos al castillo. Luego creo que tomé de más y empecé a vagar solo como siempre hago, a querer no hablar con nadie un rato. Y después estoy descalzo y vagando por pasillos que no se por dónde me metí.
Avanza muy lento ese tipo. Camino hacia el pasillo. La poca luz de la luna que entra es suficiente para iluminar por lo menos hasta la puerta del cuarto en el que estoy, la pared está húmeda y la luz de la luna la hace brillar, pero al fondo, al llegar a la puerta, todo se pierde en oscuridad. Habrá que volver a caminar tentando la pared y con el pie tanteando el piso frente a uno. No he topado con ningún sitio en donde haya un hoyo a medio piso, pero no me sorprendería en absoluto que hubiera uno. Esta construcción parece un capricho, no parece tener ninguna función más que perderlo a uno. Yo debo bajar, la fiesta debe seguir allá abajo. Antes de salir del cuarto veo que hay algo en un rincón, en el fondo. Apenas visible con la poca luz que entra, hay un florero blanco de porcelana con unas rosas blancas ya marchitas, pero el grano está tan reventado que no se puede ver bien.
Cuando me doy cuenta estoy caminando frente al mar. Las olas revientan con poca fuerza. Por el frío que hace deben ser las cuatro de la mañana. Yo se que debo seguir buscando a los demás invitados.
Foto: Mariana Del Campo ( Veracruz )
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