Jorge Yáñez (Veracruz)
“Se me olvidó empacar lo del perro.”
“Se llama Paco.”
Chale, era lo último que quería yo escuchar. Era la una de la mañana cuando llegamos, había manejado todo el día, y Paco ya había vomitado el asiento de atrás del carro. ¿Dónde iba a dormir? El suelo estaba helado y, después de buscar no encontré un tapete ni en la sala de estar ni en la salita. Todo estaba realmente austero. A ver si no intentaba meterse a la cama entre nosotros.
Saqué todo del carro, llevé las maletas al cuarto, y fui a inspeccionar el baño –que tuviera agua— y la cocina—que no hubiera cucarachas muertas. Cuando regresé al cuarto, ella ya estaba dormida, y el perro estaba en la otra mitad de la cama, acurrucado sobre el cobertor. Con todo, yo no me quería tirar en la cama. Sabía que iba a dar vueltas y que probablemente la iba a despertar y, la verdad, mejor que se quedara dormida. Me di la vuelta para salir del cuarto y vi que Paco abría un ojo, sin mover la cabeza.
La luz de la sala estaba apagada. Así me quedé, viendo el bosque a través de la ventana. ¿Cómo se va a ver todo esto mañana cuando salga el sol? ¿Creo realmente que se va a destensar nuestra relación por pasar los dos solos aquí un fin de semana? Estoy tenso nada más de pensar en los dos días que vienen. Por lo menos Paco está aquí. Aunque le gusta mucho salir a pasear con ella.
“Paco” dije en voz baja y eso me sorprendió.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí parado? ¿10 minutos? Para lo cansado que estaba de la manejada era mucho tiempo, y me estaba neurotizando ahí solo. Fíjate en qué hay enfrente, sal, camina, relájate. Abrí la puerta para salir al bosque y al cerrarla casi machuco a Paco. “Ey, qué bien que te despertaste.” Bueno, era un decir, realmente estaba medio dormido. Caminaba a mi lado como en automático, apenas y se detenía a oler la yerba. Yo caminaba lento, obviamente sin dirección. Hacia delante la luna dejaba ver una forma alta. Dos árboles se torcían y se enredaban en las copas. Una especie de túnel se formaba bajo la maraña. ¿Cómo le hacen los perros? Aunque seguí caminando al mismo ritmo, empezó a avanzar más rápido que yo hacia esas sombras. Volteaba y caminaba un poco hacia mí, y volvía a adelantarse, y así hasta que llegamos bajo los árboles.
“¿Te gusta?”
Me senté en la yerba húmeda recargado contra el árbol. El campo era una quietud total. La luna detrás de unas nubes apenas iluminaba el campo, y solo de vez en vez corría algo de aire y se oían las hojas de los árboles acariciándose. Cerré los ojos y
respiré hondo. Empecé a exhalar lentamente, conciente de cómo el stress se iba haciendo menor. Respira. Cuando exhalaba, me sacó de mi trance la lengua de Paco lamiéndome los ojos.
Foto: Mariana Del Campo (Veracruz)
Foto: Félix Cúneo (Veracruz)
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