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La Tercera Noche...

lunes, 26 de mayo de 2008

 

Una rosa blanca entre las olas*
Héctor Cortés Mandujano

…Y desde el mar brota un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.
“Los pájaros perdidos”, de Astor Piazzola

Apenas tuvimos la noche de bodas.
Fue repentino nuestro amor: un día nos cruzamos por la calle, fui tras ella, hasta su casa y, como si fuera lo más natural del mundo, me presentó como su novio. Su familia, un poco loca, extravagante, ni siquiera notó que nosotros éramos prácticamente unos desconocidos.
La invité al cine y luego, esa misma tarde, nos besamos por primera vez, frente al mar, en una puesta de sol. Una semana después decidimos casarnos. Nadie se opuso.
La ceremonia fue sencilla, en la oficina del Registro Civil, con los participantes básicos, con la gente cercana que quiso y pudo ir. Pasamos la luna de miel junto al mar, nuestro primer testigo. Si el amor es una bendición, si existe el paraíso en la tierra, no habría mejor ejemplo que nuestra pasión, nuestra ternura, nuestra empatía erótica, nuestro amor, nuestra primera vez.

De madrugada, como una locura de recién casados, fuimos a correr olas, a tirarnos en la playa. Amanecía. Yo era un buen nadador y, confiado, presumí ante ella de mis habilidades. Me metí demasiado. Un calambre, un sofoco, un ilógico e imprevisible paro cardíaco. Me imaginé el dolor de mi amada mientras me hundía. Morí.
Han pasado tres meses y la veo, como muchas tardes, llorando en la orilla, dejando para mí una rosa blanca que las olas toman y se llevan. Sé que no puede verme aunque yo esté tan cerca, sé que no me oye, sé que algún día me olvidará, sé que soy nada más un fantasma, un ectoplasma que a veces, sólo a veces, nada más puede captar una máquina fotográfica.

*Texto inspirado en la foto de Raúl Ortega, publicada en La primera noche, el 12 de mayo de 2008.



Foto: Raúl Ortega ( Chiapas )


Foto: Félix Cúneo (Veracruz)


Foto: Alexis Sánchez (Chiapas)



Foto: Isaac Aguilar (Veracruz)

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