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La Noche 17...

lunes, 1 de septiembre de 2008

 


La noche es una mujer dormida sobre una máquina*
Héctor Cortés Mandujano


80 kilómetros por hora. Hay una patrulla. Me ven los polis. Ojetes. Voy llorando. Harto de todo. Llueve, deja de llover. ¿Por qué lloro? Estoy borracho. 100, 110, 120 kilómetros por hora. Recuerdo una canción de Roberto Carlos, le gustaba a mi papá. “No, no dejo marcas al camino, no quiero regresar”. ¿Por qué nací, para qué? 130. Esta podría ser la última curva. Quiero encontrarme con la pálida, la huesuda. Veo el parabrisas y la sombra de lo que pasa volando. 145. ¿Cómo me detendré cuando termine esta autopista? No quiero. “A veces pienso que el mundo ya se olvidó de mí”.Voy a estrellarme con lo que sea. Otro trago. El humo me hace llorar más. Motita. 150. Algo pasa con el coche. Parece crepitar. 155. Estoy perdiendo el control. 160. Chirrido de llantas. A la chingada. El ruido es preocupante. Otro churro y esto se pone mejor. Maldita sea. Un trago más. Me estoy deteniendo. Tose. ¿O soy yo? En la orilla hay otro carro. ¿Llegaré hasta él? Llegué. Esto ya no camina. Hay una mujer acostada en su coche. Modelo antiguo. Rarísimo. ¿Será la mota, el trago? Me ve. Avanzo hacia ella. Parece coquetearme. Una negra sabrosa.
—Hola —me dice sin moverse.
—¿Qué haces aquí?
—Esperándote.
—¿Cómo sabías que iba a detenerme?
—Lo sé todo de ti, mulato, me andabas buscando y me encontraste.
Me hace señas y vuelvo la vista hacia la carretera. El auto está envuelto en llamas.
—¡Mi coche se quema!
—Y tú dentro de él, mi amor. Tu cuerpo ya está asado. Ven, recuéstate aquí. Soy tu muerte, mi negro, no soy pálida ni huesuda. Eso piensan los tontos que creen esas bobadas. Hasta aquí llegaste. Soy tu noche eterna.

*Texto inspirado en las fotografías de Raúl Ortega y Alexis Sánchez, publicadas en La quinceava noche, del 18 de agosto de 2008.


Foto: Raúl Ortega (Chiapas)

Foto: Félix Cúneo (Veracruz)

Foto: Alexis Sánchez (Chiapas)


Foto: Isaac Aguilar (Veracruz)



Lo nocturno en la recreación humana
Genaro Aguirre Aguilar


Quizá entre las cosas aún no explicitadas entre quienes colaboramos semanalmente en este blog pero que sin duda guarda un lugar significativo entre los lugares comunes del romanticismo decimonónico y heredado aún en estos tiempos de acecho mediático, es sin duda el sitio que tiene la noche en y para la reproducción romántica de cierta parte del quehacer humano. Así, pese a que el día tiene 24 horas, la «espirituosidad» que tiene sobre el cuerpo y la mente de hombres y mujeres la noche, hace de esta parte de la vida el retazo de instantes más pleno para develar las regiones sublimes del vivir humano. Nos referimos particularmente al amparo nocturno que sobre el poeta, el escritor, el amante, el vagabundo, el lector, el místico, el artista ofrece la noche, cuando se trata de encontrar estados de creación, de espiritualidad, de reinvención de los mundos habitados, descubiertos o aún desconocidos. Por ello, en el imaginario colectivo o el sentido común de una pequeña parte de la gente, develar el telón nocturno, es abrirse paso a la oscuridad pero también a una extraña forma de encontrar la luz que el mismo sol no suele proveernos. No son pocas las experiencias significativas que en el terreno de la creación intelectual, artística y religiosa reporta la historia. Desde aquel autor de terror gótico que se dejaba atrapar por la imaginación para inventar seres venidos de lugares inimaginables que le asaltaban de noche, a aquella religiosa que en las fronteras de lo permisible, recreaba estadios místicos cercanos al goce erótico encerrada en su oscura habitación, o ese otro que prefiere imaginar un mundo distinto reflexionando sobre su viejo sillón, aun sabiendo que no basta sólo con soñar. Ni qué decir de la trashumancia nocturna y sigilosa del viejo amante que toma por asalto la virginal duerme vela de mujeres insatisfechas o deseosas de cabalgar sobre marejadas de éxtasis, a sabiendas de lo que representa un desconocidos que al abrir los ojos ya no estará. O esas expresiones del deseo nocturno materializado en la liquidez de aquellos sueños que los incubos o los súcubos toman como rehén para hacernos ver cuan endeble somos mientras dormimos. Así las cosas, mientras unos prefieren dormir otros buscamos la manera de ganarle tiempo a la vida, explorando en la noche para exprimir instantes de delicia y exquisitez, pues nunca como lo nocturno para ver una película, para devorar un libro, para sentarse a escribir, como también para cosas mucha mas emocionales que intelectuales, tal sería el caso de andar en las geografías de otros cuerpos o sobre los propios, que para el caso no es lo mismo pero puede llegar a ser un acto de descubrimiento; como también para salir a vagar la ciudad en busca de realidades negadas por la luz del día, ya que finalmente la noche es un espacio/tiempo para transitar de un estado racional a uno otro más bien erótico/emocional, incluso si de crear o culminar una lectura trata, pues puede llegar a ser una experiencia orgásmica Y si no, veamos el reinvento de la noche o lo nocturno, que nuestros apreciables fotógrafos hacen semana a semana.

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