Déjanos tus comentarios...

Noche 18...

lunes, 8 de septiembre de 2008

 


El amante de la señora Rabbit*

Héctor Cortés Mandujano


A Papu, Alejandra y Balam, con un abrazo cibernético



En mis ensoñaciones infantiles y adolescentes, las mujeres pertenecían a la orden de las hadas. Creí que cuando una me eligiera (los hombres nunca elegimos, salvo a las prostitutas) me hallaría ante un ser mágico, de sutiles sentimientos, de delicado actuar. No fue así. La primera mujer de la que estuve enamorado odiaba a mi mamá y me prohibió salir con mis amigos; por la segunda caí en el abismo de las drogas, del que salí, con la tercera, quien decidió amarrarme a la pata de su cama, esconderme bajo su falda. Terrible. Quise olvidar mis sueños ingenuos y volverme un canalla, de modo que, con la cuarta, tuve en mis acciones un cambio sustantivo. Inútil. Me destrozó el corazón.

Cuando vi la cinta “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” descubrí que el objeto de mi pasión podía ser, mejor, una caricatura dibujada ex profeso para mí. Jessica Rabbit, la bellísima mujer de cómic, se convirtió en mi obsesión. Vi la película mil veces y, en compañía de mi perro, me tomé una foto frente al espejo, dibujándome una parte del cuerpo, mutilándome una parte de humanidad para ya no resentir fracasos amorosos. Era mejor estar enamorado de un dibujo, ser un dibujo, que enfrentar la dura realidad de las mujeres reales. Y así pasé, solo, muchos años.
Un día, en un escaparate, la vi y supe que éramos el uno para el otro. Mi vida se transformó con su rostro estático: nariz perfecta, ojos soñadores, boca apetecible. “De una pedrada me cargué el cristal y corrí, corrí con ella hasta mi portal”. Desde entonces vive conmigo y la adoro. Es el mejor maniquí que podría haberme encontrado.


*Texto inspirado en las fotografías de Félix Cúneo (La noche catorce, del 11 de agosto) e Isaac Aguilar (La onceava noche, del 21 de julio de 2008). Las frases entrecomilladas corresponden a la canción “De cartón piedra”, de Joan Manuel Serrat.



Foto: Raúl Ortega ( Chiapas )


Foto: Félix Cúneo ( Veracruz )

Foto: Alexis Sánchez ( Chiapas )

Foto: Isaac Aguilar ( Veracruz )



Retrato hablado
Genaro Aguirre Aguilar


Una relectura a la noche del Félix Cúneo,
en su decimacuarta entrega

Cuando afirmé que era él a quien había visto escabullirse tras el escándalo que armó a unos metros de donde me encontraba, estaba suficientemente confiado, aun cuando sabía que la poca luz que iluminaba el callejón impedía tener la claridad como para barajar certidumbre en torno a la identidad de quien había dejado tras de sí a un cuerpo molido a golpes. Como quiera que sea, sabía que podía tener un As, al saber de la poca costumbre que se tiene en estos días de vestir como dandy, con todo y su sombrerito de alas caídas. Así, el tipo delgado con amplia frente y sombrero ligeramente echado hacia atrás que corría apresurado sin importar tropezar conmigo, tenía que ser él.

No obstante, conforme fueron pasando los días, la duda me ha asaltado, todo por una condenada fotografía que me encontré por ahí en un viejo periódico. En ella, un sujeto parado frente a un espejo oval de esos que había en las casas de antes, se hace un autorretrato. La imagen es el vivo retrato del tipo que creí ver aquella madrugada. Así de flaco, así con su sombrero, así con los brazos nervudos; la diferencia es que éste podría ser un artista, de esos que acostumbran montar exposiciones, trabajar en revistas o colaborar en esas cosas que uno puede encontrar en la llamada Internet y que no recuerdo como le llaman.

La razón tuvo que ver con este hallazgo. Por ello, tras unos días, he vuelto al mismo callejón, ese que tras aquel acontecimiento dejé de frecuentar; después de todo más vale no andar buscando tres pies al gato a sabiendas que el destino puede jugarte una mala pasada. El interés en esta ocasión, es tratar de organizar mis ideas, de buscar darle precisión a los recuerdos. Para esto, vuelvo a tomar posición tal cual estaba aquella madrugada, a los mismos metros que me encontraba. Me recuesto sobre las baldosas, me cubro con el viejo cobertor y asomo el rostro como lo tenía entonces. Como retazos intermitentes se dejan venir las imágenes. Y justo cuando escucho el trote de aquellos pasos que preceden al golpe sobre mi estómago, una nebulosa me ciega sin poder determinar si fue por el puntapié que aquel tipo me diera en su huída o por el calor propio de la caña que ha carcomido mi hígado y mi propia mente.

Nada. Vuelvo a la incertidumbre que ha provocado esa imagen del diario. Tras unos instantes, me levanto para sacar de entre mis ropas aquel viejo recorte, lo desdoblo y lo miro: allí esta ese tipo con su cámara haciendo clip al reflejo que de él mismo muestra el espejo. Es tan parecido. Sacó el otro recorte y confirmo. Es la misma mujer que hallé hecha una masa sanguinolenta cuando me acerqué tras ver cómo aquel energúmeno remataba a aquella pobre mujer ya casi muerta en el piso. Tan igual como la encontraría a la mañana siguiente el chico del camión de basura que recogía los botes de desperdicio. Lo curioso es que los dos son recortes del mismo día, únicamente que venían en periódicos distintos y si mal no recuerdo, en secciones diferentes.

He aquí del porqué la duda que ahora tengo: el tipo puede ser el mismo o tal vez ese extraño doble que suele deambular por allí y que muchos dicen todos tenemos.

0 comentarios: